EL CASTILLO DE OTÍÑAR.

Castillo desde la Cañada de la Hazadilla. 

El valle de Otíñar en la Sierra Sur de Jaén y dentro del término municipal de Jaén ha sido una zona habitada desde antiguo y hasta la década de 1970. En él encontramos una gran cantidad de abrigos y cuevas con pinturas rupestres, petroglifos, un poblado neolítico, un dolmen, un castillo medieval, un poblado medieval y otro decimonónico. Ahí es nada... Todo perfectamente abandonado por las administraciones.


Pero vamos a centrarnos en el castillo, sus orígenes y una pequeña descripción del mismo.



El castillo en sí es de origen cristiano medieval aunque hay indicios de una pequeña fortificación musulmana hecha de tierra, piedras y madera. Esta región, conocida al parecer como atorimar fue devastada en 1228 por el rey castellano Fernando III. Este mismo monarca ordenó tras la conquista de Jaén y la firma del Pacto de Jaén (1246) la construcción del castillo de Otíñar (alumbrar en árabe) por dos razones fundamentales. Una es que era la frontera entre Castilla y y el reino nazarí de Granada y la otra que precisamente controlaba el paso del antiguo camino que venía desde Granada a través de Cárchel y Carchelejo y que llegaba justo enfrente del castillo por la Cañada de la Hazadilla. Desde allí se tenía a la vista la Torre Bermeja en las afueras de Jaén y desde ésta al alcázar de Jaén, hoy conocido como castillo de Santa Catalina. Así, si había invasión se comunicaba a través de fuegos.


Sin embargo, según me comentó en su día José Carlos Gutiérrez Pérez, arqueólogo, historiador, cronista oficial de Jamilena (Jaén) y profesor de Geografía e Historia, además de propietario de la Hacienda Santa Cristina en el valle de Otíñar, este castillo no pudo proteger dicha ruta porque no existió sino que subía por el valle hasta el paraje conocido como El Parrizoso, ya en el término de Valdepeñas de Jaén y doblaba por el puerto de Las Coberteras pasando por el actual Valdepeñas de Jaén hacia Granada.


Así pues se construyó en la parte Sur del cerro donde se sitúa y dominando el camino y el valle del río Valdearazo, justo donde se hace más alargada su forma, un castillo en mampostería del que nos quedan algunos restos sobre todo del lienzo y algún torreón en la parte Norte y Oeste. También ha llegado hasta nosotros un hermoso aljibe aunque su bóveda de cañón de ladrillo hace tiempo que desapareció. La parte Este por ser tan empinada y farragosa carecía casi de defensas. Esta parte del castillo sería de la segunda mitad del siglo XIII.

Aljibe. 

En el extremo Sur se construyó el alcazarejo, posiblemente del s. XIV y de mucha mayor calidad puesto que se hizo con sillares regularmente tallados. Consta de dos torreones, el occidental, macizo, y el de entrada con su correspondiente puerta. Ésta era rectilínea y estaba cubierta con una bóveda de cañón. El torreón tenía otra planta con saeteras y una bóveda de media naranja y una azotea protegida en la parte de la puerta por matacanes. Desgraciadamente, las bóvedas se han venido abajo quedando un agujero en la azotea como puede verse en las fotografías. Estos dos torreones están unidos por una muralla.

Alcazarejo. 

En el interior queda un pequeño patio de armas delimitado por los torreones, la torre del homenaje y el cerro, que cae a pico. Quedan los restos de otro muro con su arco que daban acceso a la torre del homenaje. Ésta es de gran belleza en sus proporciones con sus casi veinte metros de altura y unos seis de lado. Estaba protegida por matacanes en sus cuatro lados. La escalera de acceso posiblemente fuera de madera y hoy ha desaparecido por lo que es difícil entrar dentro. Disponía de dos plantas y azotea y tenía una escalera de piedra que las comunicaba. La primera planta tenía bóveda de ladrillo de medio cañón y la primera del mismo material pero apuntada. Cada bóveda estaba orientada hacia un lugar diferente para repartir las cargas sobre los muros.

Patio de armas del alcazarejo. 

Por desgracia las bóvedas y la escalera también se vinieron abajo por lo que no podemos pasar del primer piso. Sin embargo, y dentro de lo malo, este derrumbe nos permite observar el método de construcción de las bóvedas. Aún no está en estado completamente ruinoso pero sería una lástima que se dejara derruir pudiendo aún hacerse una magnífica reconstrucción, sobre todo sobre el alcazarejo.

Interior de la torre del homenaje. 

Torre del homenaje. 

A pesar de su importancia en su momento no fue un castillo muy grande aunque a su alrededor creció un poblado medieval que al parecer contó incluso con iglesia. Los restos de dicho poblado aún son visibles. Una ordenanza de 1464 concedía 8.000 maravedíes a Otíñar y obligaba a tener una guarnición de tres soldados -sí, sólo tres- de los que dos debían permanecer siempre en el recinto y el tercero haría las veces de correo y saldría a cazar para alimentarse.



Miguel Milla Valdivia.

Vistas desde el interior de la torre del homenaje. 



La fotografías fueron tomadas por el autor el 22-10-2017 en Otíñar, Jaén (Andalucía, España).

Matacanes del torreón de entrada al alcazarejo. 

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