LA BATALLA DE LA ROCHELLE. EL DÍA EN QUE CASTILLA SE HIZO DUEÑA DEL ATLÁNTICO EUROPEO.

Nos situamos en la Guerra de los Cien Años que se produjo entre Francia e Inglaterra (con sus respectivos aliados) por el control de la antigua Galia. Inglaterra controlaba la fachada atlántica y precisamente la ciudad de La Rochelle era un punto clave para controlar la Guyena.

En 1360 se firma una tregua, el Tratado de Brètigny, roto por el rey francés Carlos V en 1369 por una razón muy sencilla... entre los años 1366 y 1369 hubo en el reino de Castilla una guerra civil entre Pedro I, apoyado por Inglaterra, y Enrique II (a la postre vencedor) ayudado por su parte por el reino de Francia. De esta guisa se firmó entre Enrique II de Castilla y Carlos V de Francia el Tratado de Toledo el 20 de noviembre de 1368. En él se estipulaba entre otras cosas que si había guerra entre Inglaterra y Francia, Castilla debía de poner al menos el doble de barcos que Francia. Y en virtud a tal acuerdo el rey francés ordenó al castellano armar una flota para asediar La Rochelle por mar y tierra.


Enrique II se apresuró a poner una flota en ayuda del rey francés; no olvidemos que Inglaterra ayudó a Pedro I y además dificultaba enormemente con acciones de piratería el comercio castellano de la lana con Flandes. El almirante de la flota fue el marino de origen genovés Ambrosio Bocanegra, quien ya sirvió a la Armada castellana de manera satisfactoria contra la armada portuguesa que quiso aprovechar la coyuntura de la guerra civil atacando la costa atlántica andaluza al mismo tiempo que el reino de Granada.

La batalla tuvo lugar el 22 de junio de 1372. El rey de Inglaterra, Eduardo III era consciente de la situación geográfica de La Rochelle como puerto que unía sus posesiones continentales al Norte y al Sur. Así que puso al frente de una flota a su yerno, Juan de Hasting, conde de Pembroke al mismo tiempo que otra flota mercante que llevaba soldados a Guyena y la paga de los soldados. Esta flota se componía de 36 naos, naves que evolucionaron de las cocas y muy apropiadas para el trasiego atlántico más las de carga ya mencionadas. Por contra, la armada castellana, más acostumbrada a lides en el Mediterráneo, constaba de unos 22 barcos, en su mayoría galeras de remos, menos apropiadas para las revueltas aguas del océano Atlántico.

Se cree que la primera en llegar a puerto fue la armada inglesa... poco después arribó la castellana que avistó a la inglesa el día 21. El almirante Bocanegra decidió organizar una pequeña escaramuza de tanteo. Al poco ordenó la retirada de su flota ante la mofa de los ingleses que lo tildaban de cobarde. Sin embargo, conocedor de sus costas y mareas, sus intenciones eran otras. Ordenó a su flota resguardarse y al día siguiente la hizo avanzar justo en lo más fuerte de la bajamar estando las naos prácticamente varadas. de esa manera hizo de la desventaja en el océano abierto de las galeras -bajo calado y menor estabilidad- una enorme ventaja puesto que sus galeras tenían menos calado que las naos y por tanto no embarrancaban. así hizo que cada galera remolcara un brulote lleno de aceite y sebo ardiendo que eran catapultados contra las naos inglesas inmovilizadas al tiempo que muy posiblemente usara artillería del tipo bombarda.

Esto provocó que muchas naos acabaran ardiendo o hundidas y otras tantas capturadas. En esta batalla fallecieron 800 soldados ingleses (cifra muy importante para la época). Al mismo tiempo Bocanegra acabó con una costumbre de la época: la de matar al enemigo capturado, bien bajo la espada o arrojándolo al mar con un peso en los pies. Bocanegra ordenó que se hicieran prisioneros mas que no se mataran.

Para Inglaterra fue un auténtico desastre por varias razones. Perdió toda su flota y con ella su prestigio ya que las naos que no fueron destruidas fueron apresadas y engordaron la armada castellana. 8.000 soldados (otros autores dicen 5.000 pero sigue siendo una barbaridad para la época) que iban destinados a luchar en Guyana fueron hechos prisioneros; junto con 160-400 caballeros (según qué crónica) y el mismísimo conde de Pembroke. Y se capturó el barco con la paga de los soldados -unos nada despreciables 20.000 marcos- Para colmo a la vuelta de la armada castellana al puerto de Santander y a la altura de Burdeos fueron capturadas otras cuatro naos inglesas. El reino de Inglaterra perdió su hegemonía en los mares circundantes a su territorio y tardó trescientos años en recuperarse.


Para Castilla fue un triunfo resonante. No perdió un solo barco y ganó otros capturados. Esto no sólo dio prestigio a su Armada sino que le hizo ver su importancia y la modernizó y adecuó a las circunstancias atlánticas. Esto le hizo ser el reino dominante en las rutas marítimas del Canal de La Mancha lo que favoreció enormemente su comercio de la lana con Flandes. Castilla fue por doscientos años dueña de esos mares. De hecho durante los años posteriores tanto se recreció que la flota castellana atacó y saqueó tierras inglesas, concretamente los puertos de Wight, Dover, Rye, Portsmouth, Fulkestone, Hasting y Plymouth hasta llegar a su culmen con el saqueo del ¡¡mismo Londres!! en 1380. Se dice que tanto botín se consiguió en Londres que algunas galeras tuvieron que arrojar parte de su botín al entrar a mar abierto por el riesgo de hundimiento de lo cargadas que iban.

Por otro lado Francia consiguió la plaza de La Rochelle el 23 de agosto de ese mismo año, comenzando el principio del fin de la dominación inglesa en tierras galas.

¿Y los prisioneros? Los soldados fueron llevados a Inglaterra, al igual que una parte importante de los caballeros, en su caso previo pago de un abultado rescate. En cuanto al conde de Pembroke y 70 de sus caballeros fueron llevados hasta Burgos en presencia del rey Enrique II de Castilla, quien no quiso hacer más honda la herida -que ya iban preparados los ingleses- y los entregó a las autoridades francesas.

Miguel Milla Valdivia.

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